octubre 01, 2012

LECTURAS: The Sea, de John Banville


Descarga The Sea aquí (en inglés. formatos epub, mobi y pdf)


"What a little vessel of sadness we are, 
sailing in this muffled silence through the autumn dark."




La línea de la costa es una bandera. Las olas del océano la mueven. El cielo, el mar, la arena. Allí, entre las líneas definidas un hombre mira hacia lo lejos, al pasado. "The past beats inside me like a second heart."  The Sea es la historia de un hombre aceptando su temprana vejez, la lenta agonía y muerte de su esposa, la distancia absoluta entre ambos enfrentamientos a la muerte, y la búsqueda del pasado como la posibilidad utópica de comprender la existencia. En sus recuerdos Max Morden guarda una historia conmovedora y tétrica al mismo tiempo, que se teje a partir de tres momentos: su recuerdo del verano en que conoció a los Graces, los meses desde el anuncio del cáncer hasta la muerte de su esposa --y la distancia que se generó entre ellos al tratar ambos de asimilar esa certeza--, y el regreso del protagonista a la casa de esas vacaciones lejanas. Los tres escenarios saltan sin orden, siguiendo de cerca el conflicto de Max, la dificultad que tiene al tratar de atrapar algo del sentido de la vida y de la muerte. 
Es la construcción del personaje principal lo que sostiene la trama, que en tan pocas palabras puede sonar convencional. Pero el estilo de Banville es metódico y exacto. Gigante y exuberante vocabulario, pero preciso. Quizá algo similar pase con su historia, dramática en exceso. Pero todo se sostiene en orden en el poder de una prosa delicada, entregada por un personaje cínico y trágico. 
Max acaba de atravesar los pasillos del hospital como si fueran la distancia infranqueable entre él y su esposa, quien muere de cáncer. “Perhaps all of life is no more than a preparation for leaving it" dice. Ese mismo drama se filtra en la reminiscencia de aquel verano trágicamente memorable, en el inicio de la pubertad, ese ritual indefinido del descubrimiento del cuerpo, el propio y el ajeno. Pero a pesar del drama Banville se maneja sin hipérboles, con una prosa exacta y delicada, que si bien atraviesa los clichés de la vejez, el regreso al mar, el regreso a la infancia, lo hace a través de la mente confundida y cínica de su protagonista, y por lo tanto, con algo de desorden, con una voz mordaz y trágica. ¿Cómo no encontrar algo de malvada simpatía con un hombre que dice "One is inclined to imagine that people who are fat must also be stupid"?

John Banville
¿Qué es más cliché que el mar como metáfora de la soledad del hombre? Pero funciona con Banville, porque la soledad de Max es la soledad del ser humano. Frente al mar somos minúsculos y solitarios. Frente a la muerte de su esposa Max no tiene ni siquiera su presencia fantasma. "Send back your ghost. Torment me, if you like. Rattle your chains, drag your cerements across the floor, keen like a banshee, anything. I would have a ghost."

Banville es realmente uno de los grandes escritores contemporáneos, y no sería una sorpresa verle con el nóbel dentro de un par de años.En The Sea lo que sorprende es la construcción de su personaje. Es difícil creer en que Max es un personaje ficticio, o que detrás de sus palabras no se esconde el verdadero Banville. Hay un sentimiento especial en las confesiones del protagonista, esa entrega a la escritura que se esconde solo en las autobiografías. No sé nada de la vida de Banville, y dudo, en retrospectiva, que la novela tenga elementos autobiográficos. Pero Max Morden parece existir detrás de la palabra, detrás de la ficción de Banville. 


Algunas citas de The Sea:

Given the world that he created, it would be an impiety against God to believe in him.
Love among the big people. It was strange to picture them, to try to picture them, struggling together on their Olympian beds in the dark of night with only the stars to see them, grasping and clasping, panting endearments, crying out for pleasure as if in pain. How did they justify these dark deeds to their daytime selves? That was something that puzzled me greatly. Why were they not ashamed? On Sunday morning, say, they arrive at church still tingling from Saturday night’s frolics. The priest greets them in the porch, they smile blamelessly, mumbling innocuous words. The woman dips her fingertips in the font, mingling traces of tenacious love-juice with the holy water.
Perhaps all of life is no more than a long preparation for the leaving of it.
She is in my memory her own avatar. Which is the more real, the woman reclining on the grassy bank of my recollections, or the strew of dust and dried marrow that is all the earth any longer retains of her? No doubt for others elsewhere she persists, a moving figure in the waxworks of memory, but their version will be different from mine, and from each other’s. Thus in the minds of the many does the one ramify and disperse. It does not last, it cannot, it is not immortality.We carry the dead with us only until we die too, and then it is we who are borne along for a little while, and then our bearers in their turn drop, and so on into the unimaginable generations. 
She moved her head on the pillow and smiled at me. Her ace, worn almost to the bone, had taken on a frightful beauty. “You are not even allowed to hate me a little, any more,” she said, “like you used to.” She looked out at the trees a while and then turned back to me again and smiled again and patted my hand. “Don’t look so worried,” she said. “I hated you, too, a little. We were human beings, after all.” By then the past tense was the only one she cared to employ.

septiembre 22, 2012

En Singapur

Regresé ayer de Singapur, con mi visa nueva. Tuve que huir de Indonesia después de que mi visa de turista expiró. Conocí a Peter, un hombre de mar, y a sus historias, los seis meses cuando atravesó solo el océano pacífico, durmiendo dos horas para mantener las velas de su bote en orden, o su historia de su cliente que, frente a la inmensidad del océano atlántico, perdió la cabeza y justo en los vientos de la caída de una ola saltó por la borda y desapareció. Nunca lo encontraron. "Hasta ahora sueño con él", me dijo. Peter. El capitán, como le llamaba el recepcionista del hotel. Me reservo los detalles de sus viajes, para compartirlos con otros en la familiaridad de una cerveza fría. Él tendrá más viajes y otros hombres a quien contar sus historias, pero yo no podré sacar de mi mente su inglés quebrado en el calor de la tarde, a orillas de las cúpulas doradas de la mesquita Grand en Kampung Glam.

Mesjid Besar (The Grand Mosque), vista desde la calle peatonal de mi hostal, en las mesas exteriores donde Peter y yo charlamos hasta la madrugada.

¿Qué más recordaré de Singapur? Quizás los rostros alegres y minúsculos de las prostitutas que abrieron con teatricalidad impecable las puertas del prostíbulo en las calles de la zona roja mientras pasaba por ahí, los "divers" y "surfers" que compartieron su último cigarrillo con Iker, el joven que me siguió a todo lado, la posibilidad de atravesar el circuito de la Formula 1 de Singapur, dos días antes de su inicio,



La ciudad encendida en la noche,


 y las luces de la celebración china de medio otoño, seis meses después de año nuevo.



Ciudad de juguete. ¿Dónde están sus esclavos? ¿Qué significa para una sociedad la ausencia de agricultores? Bajo las luces encendidas de su metro me preguntaba esto. ¿Dónde está su clase obrera? Están fuera de sus fronteras, detrás de sus controles rigurosos de seguridad, garantizando que no haya una súbita invasión urbana por los campesinos que cosechan sus alimentos. Ciudad-país de tránsito. Pero me preguntaba sobre todo ¿Qué es la patria sin la competencia regional? De qué se alegra el espíritu patriótico de uno si es que nada nuevo se descubre? Todos están allí en tránsito. Los que no, son hijos de otros en tránsito. En sus calles toda Asia bulle y se revuelve.




septiembre 16, 2012

LECTURAS: Respiración artificial, de Ricardo Piglia

(Descarga Respiración artificial aquí, en formato epub, mobi y pdf)

La novela de Piglia es intrínsicamente argentina. Detrás de las páginas late un mensaje que solo un argentino podría decodificar. Y la decodificación es quizá el tema principal de la novela. Pero detrás de esa constitución local está también el sentido absurdo de la construcción de la patria. Sobre todo Respiración artificial es una novela sobre el tiempo, y sobre la proyección, es decir, es una novela sobre la narración. El poder del escritor frente a su historia es siempre autoritario. Escribir es un acto bélico.

No hay mucho que decir. Dejo mejor citas de su libro, organizadas en dos temas.

Sobre la literatura:

Ricardo Piglia. Foto: Alejandra López.
www.elortiba.org
Ahora me doy cuenta que, no bien los hijos de mamá se van de casa, la realidad se les convierte instantáneamente en una especie de representación figurada de lo que fue por ejempo para Hermann Melville dedicarse a cazar ballenas en el mar blanco. Los bares son nuestros barcos balleneros, lo que no deja de ser a la vez cómico y patético.
¿De qué sirve, joven, contar, si no es para borrar de la memoria todo lo que no sea el origen y el fin? Nada entre el origen y el fin, nada, una planicie, árida, la salina, entre él y yo, nada, la vastedad más inhóspita, entre el suicida y el sobreviviente.
Escribir una carta es enviar un mensaje al futuro; hablar desde el presente con un destinatario que no está ahí, del que no se sabe cómo ha de estar (en qué ánimo, con quién) mientras le escribimos y, sobre todo, después: al leernos. La correspondencia es la forma utópica de la conversación porque anula el presente y hace del futuro el único lugar posible del diálogo.
Hay pocas ideas en las Universidades (hay pocas ideas en todos lados, Wittgenstein tuvo deos en toda su vida) pero todos creen que eso que piensan es una idea. Ideas pocas, hipótesis originales escasísimas, oro fino; el robo es el fantasma que recorre las universiones europeas (y no solo europeas).
Contar es entonces para mí un modo de borrar de los afluentes de mi memoria aquello que quiero mantener alejado para siempre de mi cuerpo.





Sobre el poder y la utopía:

No es cierto, entonces, que el dinero corrompa; son la corrupción y la muerte las que han producido al dinero y lo han erigido en el Rey de los hombres. Su carácter arbitrario, ficticio, el hecho de ser el signo abstracto que asegura la posesión de cualquier objeto que uno pueda desear, esa lógica universal de los equivalentes que en el dinero se encarna, es lo que ha obligado a la razón a adaptarse a un esfuerzo de abstracción que está en el origen mismo de la capacidad de razonar, en el origen mismo del logos.
El destierro, el éxodo, un espacio suspendido en el tiempo, entre dos tiempos. Tenemos los recuerdos que nos han quedado del país y después imaginamos cómo será (cómo va a ser) el país cuando volvamos a él. Ese tiempo muerto, entre el pasado y el futuro, es la utopía para mí. Entonces: el exilio es la utopía.
Esa marcha afiebrada de los aventureros que avanzaban ávidamente hacia el oeste, ¿qué era sin no una búsqueda de la utopía por excelencia: el oro?
Sólo en la mente de los traidores y de los viles, de los hombres como yo, pueden surgir los bellos sueños que llamamos utopías.




septiembre 02, 2012

LECTURAS: Bartleby y compañía, de Enrique Vila-Matas: El error de la literatura

Descarga Bartleby y compañía aquí (formato epub, mobi y pdf)

Si bien el estilo de Enrique Vila-Matas tiene toques geniales, la pretensión de Bartleby y compañía esconde entre sus páginas el problema fundamental de la comunidad literaria



Bartleby y compañía - Editorial Anagrama
La edición de Anagrama
¿Qué es este libro? Es difícil decir cuando las editoriales no ponen el subtítulo del género al lado del título, como hacen absurdamente casi todas las editoriales gringas. The Crying of Lot 49: a novel, dice la portada de un libro de Pynchon. La portada de Bartleby y compañía, de Vila-Matas, publicada por Anagrama, no dice nada. Toca abrir las páginas para descubrir qué mismo es. ¿Es una novela? ¿Es un ensayo literario? Ya sé, ¿Es uno de esos textos postmodernos que está más allá de las convenciones del género? Es de hecho un texto ficticio, con una voz narrativa que toma cierta presencia física y que propone cierta simpatía. En general la estructura formal del texto supone ser la colección de notas al pie de un texto inexistente; un apéndice al texto del silencio. La idea es tan poética que es casi absurda. Mi reticencia a este texto, debo confesarlo, viene desde el descubrimiento de Pierre Bordieu, y desde una visión más fría y calculada de la literatura. Quizás mi desprecio por el autor sea inmerecido. Quizás Vila-Matas es un gran escritor (no dudo de sus capacidad estilística), pero qué buena excusa presenta este texto para decir tantas cosas que quiero decir a la comunidad literaria, la comunidad de la que formo parte, de cierta manera, y a la cual he defendido casi toda mi vida. Este ataque es violento porque es un ataque hacia mis propias convicciones, y la violencia personal debe ser la más destructiva. (Qué poética, esta última frase, quizás sea cierta.)

Oscar Wilde es quizás la figura que representa mejor este libro: el punto más álgido de la élite, la cima más respingada de la literatura. Como si las letras fueran la moneda que separa al culto burgués del pueblo ignorante. Detrás de la genialidad de Wilde siempre estuvo su casi imperdonable pedantería, una característica terriblemente burguesa. Claro, los literatos no solo le perdonan esa actitud, sino que la alaban ,la adoran, la quieren para sí mismos (¿Y quién puede negar la genialidad del dandy más pulcro de las letras?). Todos los que han escogido la literatura (y la escogen no como profesión, sino como acto de fe, como religión) actúan como si estuvieran buscando la verdad detrás de la palabra, pero lo que se busca es el guante blanco, el pedestal, el banquito donde subirse para ver correctamente a las masas, tapándose las narices. 

Esto queda claro en la actitud del narrador:

Me gustaría haber creado en el lector la cálida sensación de que acceder a estas páginas es como hacerse socio de un club al estilo del club de los negocios raros de Chesterton, donde entre otros servicios el Bartleby Reunidos --tal sería el nombre de ese club o negocio raro-- pondría a disposición de los señores socios algunos de los mejores relatos relacionados con el tema de la renuncia a la escritura.

Edición en inglés
Es como si para pertenecer a tal club es necesario recitar la contraseña que Chesterton ha planteado en su El club de los negocios raros, y solo así entrar a su restaurante exclusivo. El artificio más efectivo de la literatura no es la metáfora, sino el elitismo intelectual. La novela de Vila Matas no es solo una oda a ese elitismo, sino que tiene la doble función de servir como un pequeño manual para literatos. Para escalar posiciones los burgueses usan dinero. El sueño burgués es el descubrimiento del petróleo en su patio trasero. Los literatos, eliminando el dinero en favor de la originalidad,  usan como moneda el name-dropping, y su sueño es el descubrimiento del poeta escondido, internado al manicomio, asesinado por travestis celosos, embriagado de soledad, lanzando frases geniales al ruido de algún mercado lejano. Encontrar a tal poeta determina el protagonismo en el ritual religioso del literato, celebrado cada fin de semana entre sus altares cubiertos de alcohol. Pues bien, ahí está la novelita de Vila-Matas, una detallada recopilación sobre escritores, algunos innegablemente gigantes, otros casi desconocidos (pero con credenciales impecables, aprobadas por las más importantes creadores de la burguesía intelectual), y una serie de interesantísimas anécdotas sobre ellos. A momentos la palabra “interesante” no es aquí sarcástica. Pero nunca se justifica la ficción detrás de las anécdotas. Nunca llega la voz narrativa a tomar una forma que ejerza validez en esas anécdotas. Se acerca, en un momento, en el encuentro ficticio con Salinger en un metro de Nueva York, el momento más llamativo de esta novela. Novela?

Enrique Vila-Matas
¿Pero porqué se equivoca Vila-Matas? Bartleby es un copista, un empleado privado, que no comprende las ambiciones de su patrón. Frente a sus limitaciones, Bartleby escoge la copia frente a la originalidad. Vila-Matas parece ignorar esto, y compara a Bartleby con los más excéntricos escritores. En realidad, ¿quién más Bartleby que el escritor de romances, o el guionista de una telenovela? Son ellos los que preferirían no hacerlo. La propuesta de Vila Matas sugiere cierta gloria en esa renuncia, olvidando que lo patético en Bartleby es lo que más determina su personalidad. Bartleby es el hombre humilde, incomprendido por el burgués que no encuentra en sus ideales la posibilidad de la resignación del trabajo monótono de las clases que no pueden darse el lujo de leer a Kafka. Vila-Matas lo ha entendido todo al revés. 



(¿Más libros gratis? sugerencias y peticiones en twitter: @metouma)

abril 12, 2012

Un perro crudo en honor a la patria


¿Qué mueve a un hombre a matar, decapitar y morder la cabeza de un perro?


 José David Guamán Pichasaca tiene en su facebook una foto religiosa: una cruz cruzando una tormenta. “Este barco jamás se hundirá, te invito a subirte,” dice la descripción, y Guamán añade “yo si kiero suvir alli [sic].” Más abajo, en un álbum titulado “Mis mejores días” José David Guamán está mordiendo la cabeza de un perro decapitado, mientras sus compañeros sostienen el cadáver de los pies, como un trofeo. “mi mejor presa” dice la descripción de la foto.
La imagen ha estado circulando por Facebook y gente ha empezado a moverse para solicitar que se respeten los derechos de los animales. Otros han publicado el nombre de este idiota, tildándolo, con justicia, de asesino. Y en realidad, el orgullo con el que presenta el asesinato y un rápido vistazo a su página de Facebook nos lo dice: este hombre es un ignorante.
Va a ser facilísimo culparle. Él ha puesto las fotos, él ha mordido la cabeza de un perro muerto. Pero la cuestión no queda ahí, en lanzarle el muerto a este guambra, decir que es un criminal y punto. Porque queda por decir quién es capaz, quién se atreve, cómo llega un hombre, cualquier ser humano, al punto en el que cree que cortar la cabeza de un perro y metérsela a la boca no es solo una acción permisible, sino premiable? Y al tratar de responder una pregunta tan difícil hay que ver más allá de la fotografía. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que sus amigos de facebook no le repriman su crueldad? Aquí tenemos a un tipo que cometió este acto inhumano y terriblemente violento, rodeado de un grupo de gente que no solo no le critica, sino que le felicita, o se da el derecho de bromear alrededor del asunto:

 
“No había ajicito?” le preguntan. “Así nomás, sin ají, con agua nomás” responde él. Qué risa. Y detrás del chiste, la felicitación. “se necesita valor para comer eso …bien.” Y ahí está lo terrible. El hecho de que este asunto no es una atrocidad en el círculo de este hombre. Porqué? Porque él es un militar, y está demostrando, como dice “Juniorcito”, el valor y coraje de un soldado. Bien David. Muy bien David. Te comiste la cabeza cruda de un perro. Y lo hiciste sin ají. Y así, siguen los chistes en los comentarios:



“Yo soy un joven decente para la patria,” es (creo) lo que dice. Y seguramente él lo cree. Así lo creen también, supongo, el resto de imbéciles que en la fotografía lo rodean, sosteniendo el cadáver del perro. Uniformados, con la bandera del Ecuador en el brazo, orgullosos de servir a la patria. Y así quizás se entienda mejor las preguntas que esta foto nos deja. El problema de este hombre es un problema semiótico; es un problema de lenguaje. Es el significado de “valor” o “coraje” lo que está por encima, y ese significado es absoluto e innegable, superior a cualquier razón o cualquier lógica. Y frente a la verdad absoluta las cláusulas no se cuestionan. David está mostrando el valor y el coraje de un buen soldado. Y ya, eso es todo. Frente a ese valor no hay razones. Frente a la convicción absoluta cualquier cuestionamiento es un chiste. Así, igualito, se han de haber reído algunos españoles cuando en nombre de Jesús quemaron vivos a centenas de seres humanos, y así también se deben haber reído los soldados romanos que escucharon, quejándose mientras le latigueaban, a ese barbudo idiota que se creía rey. Ese man, el de la cruz en la que José David Guamán Pichasaca se quiere subir. Todos tenían convicciones absolutas e incuestionables. 
El acto da asco. Un asco violento que a mí al menos me ha carcomido el estómago durante días. Es duro ver las imágenes y tratar de entender a este tipo. Y de hecho siento en el pecho la verdad incuestionable y absoluta de que deberíamos lincharle a este cabrón, o meterle en una jaula repleta de perros hambrientos a que lo devoren. Pero la verdad es que este tipo es un títere. Y si lo metemos en esa jaula el ejército se va a sacar el guante y ya está. ¿Se acuerda alguien de ese video de entrenamiento militar, donde les forzaban a los cadetes a meterse a un túnel repleto de gas lacrimógeno? (no lo encuentro, pero aquí está uno parecido.) De alguna manera el ejército convenció a estos hombres que eso significa defender a la patria. Que eso es valor. ¿Qué otra opción tienen que meterse en el túnel? ¿Sufrir el castigo físico de la penitencia posterior, peor que esa? ¿o aceptar el hecho, lanzarse al túnel de cabeza, o aguantar la respiración en el gas y decir y repetirse “soy hombre,” “soy un joven decente para mi patria”? 

Y en este caso, ¿qué opción tenía José David Guamán, si la única que se le presentó fue la de cortar la cabeza a un perro y comerla? Nosotros no entendemos. ¿Cómo criticarle? Lo pregunto sin una sola gota de sarcasmo. ¿Cómo podemos criticar a este títere, si frente al reproche contesta esto?



Voy a tratar, José David, voy a tratar de cacharte. Es la vida de un militar. Matar para sobrevivir. Y “sobrevivir” no significa para ti lo mismo que significa para nosotros. Porque el perro no era una amenaza. No tenías que matar al perro para sobrevivir. El perro fue el instrumento, la metáfora: el valor que se requiere para matar a un perro y ponértelo en la boca, eso es lo que se necesita para "sobrevivir". Y yo sé quién te enseñó eso. Es un problema de interpretación lingüística, un problema, en base, de educación. Lo cual explica las faltas ortográficas, innumerables. Es fácil tomar una cabeza vacía y llenarla de verdades.
Ahora que el caso ha ganado atención, ésta es la última adición de este tipo a su cuenta de fb:

A todas las personas que ingresaron a mi cuenta de facebook, quiero presentar desde el fondo de mi corazon y como creyente de un ser supremo que es Dios, las disculpas por haber publicado y subido a este medio las imagenes que se encuentran circulando, imagenes que no guardan relacion con la politica de la institucion a la cual me encuentro sirviendo, sino mas bien ha un hecho infantil provocado por un compañero que en algun momento no midio las consecuencias que podria ocacionar. Quiero expresar mi arrepentimineto y pedir nuevamente disculpas ante este hecho principalmente al ejercito al cual me encuentro sirviendo ya que afecto a la imagen de esta institucion.

¿Habrá sido la misma institución la que le forzó a poner este inspirado discurso? Sea o no, lo cierto es que este último mensaje es lo más grave de este caso. Porque de hecho las imágenes sí guardan relación con la política de la institución a la que este tipo sirve. En este mensaje se esconde la razón por la cual no podemos apuntarle a este pobre infeliz con el dedo y decir “culpable,” “asesino”. Porque él está cumpliendo un papel sin saber las razones o las consecuencias, porque las razones o las consecuencias no importan. Lo importante no es él, ni el perro, ni el resto de personas que lo rodeaban. Lo importante es la institución. De eso se arrepiente, no del hecho, sino de cómo el hecho afectó a "la imagen de esta institución". Y así es como debemos ver este problema. La responsabilidad de este caso recae en los militares, no en este ser sin cerebro, lobotomizado por el ejército. La verdadera solución consiste en un proceso de reajuste, largo y difícil, de la caterva de imbéciles que creen que la sangre y la violencia son parte del entrenamiento de un hombre. Que se lamenten, se disculpen e investiguen. Este es un problema de ideología, no de irresponsabilidad.










POSDATA: El ejército, como haciendo eco del mensaje que José David Guamán dejó en su muro, ha publicado en Facebook el siguiente mensaje:


Imagenes perro decapitado.

El Ejército ecuatoriano expresa su total rechazo y repudio a ese acto que atenta contra los derechos de los animales y es una práctica prohibida en la institución. Se están realizando las investigaciones pertinentes y con los responsables se tomarán las medidas disciplinarias correspondientes.

La institución lamenta sobremanera lo sucedido y reafirma su compromiso de respeto y cuidado a los animales.



Es precisamente lo que se esperaba: hablar de responsables. Lanzar la culpa a este guambra. El ejército tiene que responsabilizarse de este hecho porque no es un acontecimiento aislado. La crueldad y la violencia son parte del entrenamiento militar. No hay que buscar responsables, sino modificar estructuras ideológicas.

enero 17, 2012

El panecillo mentiroso

La virgen, los Quiteños y A tus espaldas



Llegué a Quito de turista cuando el año estaba ya por acabar. Desde la ventana del avión vi al panecillo y a su virgen, callada y en silencio. Le vi también de costado, días después, cuando visité el cementerio de San Marcos, entre las cruces de los panteones, y le inspeccioné el costado cuando subíamos a la Cima de la Libertad. A pesar de su fealdad, fuera de su rostro extraño, sus manos desproporcionadas y sus alas pequeñísimas, la virgencita tiene su encanto. Es quizá lo más significativo de Quito porque verla es también pensar en la Virgen de Legarda, y la Escuela Quiteña y el Barroco y la Colonia, pero también pensar en los conflictos sociales: en que nadie sube ni baja a pie de ahí, porque en plena cara de la virgencita te roban, 


con extraña cortesía 
sea de noche, sea de día 
le quitan luego el sombrero;
y si él no trata ligero
de tomar otra derrota,
le quitan también sin nota
estos corteses ladrones
la camisa y los calzones
hasta dejarlo en pelota


como decía con precisión profética Juan Bautista Aguirre. Y también en el conflicto salvaje del Norte y del Sur, y de las nalgas de la Virgen brillando pomposas en la Villaflora. Mientras tanto en todo lado bajamos las ventanas de los autos para "longuearnos" o para llamarnos indios, como insulto. Y así me pasé los 20 días de mi viaje, girando alrededor del Panecillo (a sus 180º nomás, porque no pasé al sur), con la herida abierta, y en los últimos días me ofrecieron una colección de las últimas novedades del cine nacional; tenía que traerme A tus espaldas.


Dirijida por Tito Jara, su primera, la peli cuenta la historia de Jorge "Jordi" Chicaiza Cisneros, quiteño del sur con complejo de "cholo" y con intención desesperada de ocultarlo, quien conoce a Greta, una prostituta colombiana que cae en la trampa de sus apariencias y quiere sangrarle el dinero que no tiene. La historia girará a través de su relación, y la máscara de Jorge frente al tira y afloja de Greta se constituirán a través del motivo del Panecillo: como la virgen, como la sociedad quiteña y el mundo, Greta también parece darle la espalda al sureño. Para el final la película toma un giro inesperado e involucra el mentado caso del notario Cabrera.


Es notable que alguien haya usado, por fin, el motivo de la Virgen que da la espalda al sur, un tema repetido constantemente en las calles de Quito. Bien por Jara y bien por el cine nacional: hay que apropiarse de las construcciones populares porque solo así el cine se hace nuestro. A diferencia de otros países, nuestro cine no empezó a través de las masas, sino en un círculo cerrado y elitista, dedicado a un cine para críticos. A tus espaldas es una película que se deja ver, aún más que Qué tan lejos, por ejemplo, que fue tan popular. Es, sobre todo, una película entretenida. Quizás su intención haya sido precisamente esa: tratar de crear entretenimiento a través de un tema serio.

El problema de la película, sin embargo, es que Jara no se decide entre la comedia o el drama, entre la crítica social o la sátira. La grandilocuencia de ciertas partes del guión contrasta con la sencillez de otras. Es como si Jara hubiera escrito el guión pensando en García Márquez y no en su personaje. Jordi es incompatible como narrador y como protagonista. Su voz en off no es solo fatalmente artificial (como al inicio), sino a ratos sirve para llenar los agujeros de la edición (cuando la película hace una elípsis desde una escena nocturna a la pelea en la mañana entre el protagonista y su jefe, Jordi se justifica, diciendo algo como "al trabajo no podía faltar").    El personaje es un personaje chato, maleable y vacío, y parecería que esa es la intención, que así fue construido--de todas maneras, de eso se trata la película; pero es innegable que en varios momentos es el  guión el que falla. Redunda, por ejemplo, que sea Jordi quien confiese que su carro es pura apariencia, que él hace tunning "para que me acepten." Sí cachamos! Como si necesitáramos que nos dieran de comer con cuchara. Y eso, después de la escena donde Jordi habla con la espalda de la virgen, que es quizá la mejor parte del guión de la película (la referencia al incendio de la Factory no resulta artificioso y nos dice más del personaje y de la ciudad que cualquier otro diálogo). Estos contrastes suceden también en la producción: una dirección de arte detallada, cuidadosa y estética, con una gran fotografía, que de repente lanza planos generales de telenovela, como si quisieran acompañar los giros absurdos de la trama.

Que el tema de la película es interesante es innegable: tanto, que los ecuatorianos lo hemos venido tratando desde hace años. Es imposible no acordarse del Chulla Romero y Flores, por ejemplo, o de la comedia del Michelena. Jara abarca el tema desde la comedia, porque la película está hecha para reírse, pero se jala en que no se aventura a hacer una crítica social; muestra el problema como una condición externa del conflicto de los personajes. Como quiteño, reconozco enseguida lo que Jara quiere decirme, por ejemplo, cuando el grupo de amigos deja la tribuna de los Shyris y la escena se demora en la basura que han dejado. Sí, somos sucios, y sí es terrible como queda la tribuna los fines de semana. Pero eso no aporta en nada a la película. En el fondo, inclusive la división Norte-Sur se pierde detrás de una historia de amor que es un poco forzada (por su actuación y por el guión), y el conflicto de identidad del personaje al final no llega a ningún lado. Sobran personajes y temas, como Yahaira y la cocaína, cosas completamente innecesarias. Podría inclusive reprochar los efectos especiales de la virgen explotando, un gancho casi injustificado, una escena para pintarle bien bonito al trailer (me acordé del Huilo Ruales, que ya le había hecho "volar" a la virgencita en alguno de sus cuentos), pero bueno, le perdono por la polémica que armó.

La película atrae y gusta porque es fácil que todos los quiteños (¿podría decir los ecuatorianos?) se vean ahí, reflejados. A la final lo que el espejo nos devuelve es una caricatura simpática pero incompleta. Hasta ahora los quiteños nos sentimos fascinados de ver nuestras calles y escuchar nuestras voces en la pantalla del cine, pero cuando la fascinación se nos acabe tenemos que empezar a exigir mayor calidad, especialmente en producciones donde hay gente talentosa detrás. Capaz sea un paso tembleque e inseguro, pero a la final la película es un paso hacia adelante en el cine ecuatoriano. Es curioso que el mismo director de la película no se decida entre un cine popular, de masas, o a intentar la complacencia de la élite crítica, como si él fuera el personaje ambiguo y doblado que intentó crear y fracasó, ese personaje que somos todos los quiteños: indecisos, siempre aparentando; Juan Bautista Aguirre nos calificó de mentirosos, y de él mismo se intuye que quizás eso nos venga de la misma ciudad, de nuestro cielo traicionero:


todo hombre en lo que relata
miente o a mentir aspira;
mas esto ya no me admira,
porque digo siempre: ¡Alerta!
Sólo la mentira es cierta
y lo demás es mentira.

Mienten con grande desvelo;
miente el niño, miente el hombre
y, para que más te asombre,
aun sabe mentir el cielo;
pues vestido de azul velo
nos promete mil bonanzas
y muy luego, sin tardanzas,
junta unas nubes rateras
y nos moja muy deveras
el buen cielo con sus chanzas.



Así también nos miente el panecillo, con su promesa anti-apocalíptica, con su mano abierta, con sus alas que no nos llevan a ningún lugar.