enero 17, 2012

El panecillo mentiroso

La virgen, los Quiteños y A tus espaldas



Llegué a Quito de turista cuando el año estaba ya por acabar. Desde la ventana del avión vi al panecillo y a su virgen, callada y en silencio. Le vi también de costado, días después, cuando visité el cementerio de San Marcos, entre las cruces de los panteones, y le inspeccioné el costado cuando subíamos a la Cima de la Libertad. A pesar de su fealdad, fuera de su rostro extraño, sus manos desproporcionadas y sus alas pequeñísimas, la virgencita tiene su encanto. Es quizá lo más significativo de Quito porque verla es también pensar en la Virgen de Legarda, y la Escuela Quiteña y el Barroco y la Colonia, pero también pensar en los conflictos sociales: en que nadie sube ni baja a pie de ahí, porque en plena cara de la virgencita te roban, 


con extraña cortesía 
sea de noche, sea de día 
le quitan luego el sombrero;
y si él no trata ligero
de tomar otra derrota,
le quitan también sin nota
estos corteses ladrones
la camisa y los calzones
hasta dejarlo en pelota


como decía con precisión profética Juan Bautista Aguirre. Y también en el conflicto salvaje del Norte y del Sur, y de las nalgas de la Virgen brillando pomposas en la Villaflora. Mientras tanto en todo lado bajamos las ventanas de los autos para "longuearnos" o para llamarnos indios, como insulto. Y así me pasé los 20 días de mi viaje, girando alrededor del Panecillo (a sus 180º nomás, porque no pasé al sur), con la herida abierta, y en los últimos días me ofrecieron una colección de las últimas novedades del cine nacional; tenía que traerme A tus espaldas.


Dirijida por Tito Jara, su primera, la peli cuenta la historia de Jorge "Jordi" Chicaiza Cisneros, quiteño del sur con complejo de "cholo" y con intención desesperada de ocultarlo, quien conoce a Greta, una prostituta colombiana que cae en la trampa de sus apariencias y quiere sangrarle el dinero que no tiene. La historia girará a través de su relación, y la máscara de Jorge frente al tira y afloja de Greta se constituirán a través del motivo del Panecillo: como la virgen, como la sociedad quiteña y el mundo, Greta también parece darle la espalda al sureño. Para el final la película toma un giro inesperado e involucra el mentado caso del notario Cabrera.


Es notable que alguien haya usado, por fin, el motivo de la Virgen que da la espalda al sur, un tema repetido constantemente en las calles de Quito. Bien por Jara y bien por el cine nacional: hay que apropiarse de las construcciones populares porque solo así el cine se hace nuestro. A diferencia de otros países, nuestro cine no empezó a través de las masas, sino en un círculo cerrado y elitista, dedicado a un cine para críticos. A tus espaldas es una película que se deja ver, aún más que Qué tan lejos, por ejemplo, que fue tan popular. Es, sobre todo, una película entretenida. Quizás su intención haya sido precisamente esa: tratar de crear entretenimiento a través de un tema serio.

El problema de la película, sin embargo, es que Jara no se decide entre la comedia o el drama, entre la crítica social o la sátira. La grandilocuencia de ciertas partes del guión contrasta con la sencillez de otras. Es como si Jara hubiera escrito el guión pensando en García Márquez y no en su personaje. Jordi es incompatible como narrador y como protagonista. Su voz en off no es solo fatalmente artificial (como al inicio), sino a ratos sirve para llenar los agujeros de la edición (cuando la película hace una elípsis desde una escena nocturna a la pelea en la mañana entre el protagonista y su jefe, Jordi se justifica, diciendo algo como "al trabajo no podía faltar").    El personaje es un personaje chato, maleable y vacío, y parecería que esa es la intención, que así fue construido--de todas maneras, de eso se trata la película; pero es innegable que en varios momentos es el  guión el que falla. Redunda, por ejemplo, que sea Jordi quien confiese que su carro es pura apariencia, que él hace tunning "para que me acepten." Sí cachamos! Como si necesitáramos que nos dieran de comer con cuchara. Y eso, después de la escena donde Jordi habla con la espalda de la virgen, que es quizá la mejor parte del guión de la película (la referencia al incendio de la Factory no resulta artificioso y nos dice más del personaje y de la ciudad que cualquier otro diálogo). Estos contrastes suceden también en la producción: una dirección de arte detallada, cuidadosa y estética, con una gran fotografía, que de repente lanza planos generales de telenovela, como si quisieran acompañar los giros absurdos de la trama.

Que el tema de la película es interesante es innegable: tanto, que los ecuatorianos lo hemos venido tratando desde hace años. Es imposible no acordarse del Chulla Romero y Flores, por ejemplo, o de la comedia del Michelena. Jara abarca el tema desde la comedia, porque la película está hecha para reírse, pero se jala en que no se aventura a hacer una crítica social; muestra el problema como una condición externa del conflicto de los personajes. Como quiteño, reconozco enseguida lo que Jara quiere decirme, por ejemplo, cuando el grupo de amigos deja la tribuna de los Shyris y la escena se demora en la basura que han dejado. Sí, somos sucios, y sí es terrible como queda la tribuna los fines de semana. Pero eso no aporta en nada a la película. En el fondo, inclusive la división Norte-Sur se pierde detrás de una historia de amor que es un poco forzada (por su actuación y por el guión), y el conflicto de identidad del personaje al final no llega a ningún lado. Sobran personajes y temas, como Yahaira y la cocaína, cosas completamente innecesarias. Podría inclusive reprochar los efectos especiales de la virgen explotando, un gancho casi injustificado, una escena para pintarle bien bonito al trailer (me acordé del Huilo Ruales, que ya le había hecho "volar" a la virgencita en alguno de sus cuentos), pero bueno, le perdono por la polémica que armó.

La película atrae y gusta porque es fácil que todos los quiteños (¿podría decir los ecuatorianos?) se vean ahí, reflejados. A la final lo que el espejo nos devuelve es una caricatura simpática pero incompleta. Hasta ahora los quiteños nos sentimos fascinados de ver nuestras calles y escuchar nuestras voces en la pantalla del cine, pero cuando la fascinación se nos acabe tenemos que empezar a exigir mayor calidad, especialmente en producciones donde hay gente talentosa detrás. Capaz sea un paso tembleque e inseguro, pero a la final la película es un paso hacia adelante en el cine ecuatoriano. Es curioso que el mismo director de la película no se decida entre un cine popular, de masas, o a intentar la complacencia de la élite crítica, como si él fuera el personaje ambiguo y doblado que intentó crear y fracasó, ese personaje que somos todos los quiteños: indecisos, siempre aparentando; Juan Bautista Aguirre nos calificó de mentirosos, y de él mismo se intuye que quizás eso nos venga de la misma ciudad, de nuestro cielo traicionero:


todo hombre en lo que relata
miente o a mentir aspira;
mas esto ya no me admira,
porque digo siempre: ¡Alerta!
Sólo la mentira es cierta
y lo demás es mentira.

Mienten con grande desvelo;
miente el niño, miente el hombre
y, para que más te asombre,
aun sabe mentir el cielo;
pues vestido de azul velo
nos promete mil bonanzas
y muy luego, sin tardanzas,
junta unas nubes rateras
y nos moja muy deveras
el buen cielo con sus chanzas.



Así también nos miente el panecillo, con su promesa anti-apocalíptica, con su mano abierta, con sus alas que no nos llevan a ningún lugar. 

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