noviembre 16, 2011

The toaster project

Thomas Thwaites es un diseñador (porque tiene el buen tacto de no llamarse a sí mismo artista) que decidió hacer una tostadora. Ese era su proyecto: hacer una tostadora empezando desde cero. Eso significa minar, derretir y moldear el acero, hacer un derivado de plástico, conectar las piezas...
Compró una tostadora de $5 dólares y desarmó cada una de sus cuarenta y algo piezas, moldeó cada una de ellas y trató de hacerla funcionar.




Su trabajo es una reflexión en la dificultad que tenemos de comprender los productos que usamos a diario, nuestra inutilidad individual. Una fábrica de tostadoras producirá miles de tostadoras al día, pero inclusive los miles de trabajadores de esa fábrica tendrán un entendimiento mínimo de su funcionamiento, o del proceso de transformación de la materia prima, del producto natural de donde ha salido todo. Cuánta distancia hay de las teclas de este teclado hasta el lugar natural exacto de donde se extrajo el material para hacerlo? Ese desconocimiento es para mí el problema más importante de nuestra civilización, y no creo que exagero.

El man se inspiró en esta cita de un libro del autor de "The Hitchiker's Guide to Galaxy", sobre un hombre que se encuentra solo y perdido en un planeta ajeno, y que trata de convencer a sus primitivos habitantes de su superioridad intelectual y científica, pero pronto se da cuenta de que hacerlo es un problema serio:

He had been extremely chastened to realise that although he originally came from a world which had cars and computers and ballet and armagnac he didn't, by himself, know how any of it worked. He couldn't do it. Left to his own devices he couldn't build a toaster.
Lo vi en un episodio de The Colbert Report, pero encontré este video donde explica de mejor manera su proyecto.

septiembre 21, 2011

Instrucciones para girar al planeta

Pensar en el mundo es pensar siempre en esto:


Este es el mapa que desde guambras nos colgaron en la pared de todas las clases. El mapa físico o el mapa político. De vez en cuando las líneas de los cuatro viajes de Colón o la ruta de la seda, o la conquista romana del mediterráneo o el verde intenso en los países con mayor agua fresca (Ecuador sale brillando en esos!). Es el mapa que vemos en la revista de los aviones, cuando soñamos en otros destinos, o el que aparece  cuando le sacamos la puta al zoom out de Google maps (aunque los de google muestran dos Áfricas, dos Europas y dos Asias, una a cada lado de la sagrada América, que brilla en el centro). Así vemos al mundo, a pesar de comprender con tranquilidad que la idea de norte y sur corresponde casi a una arbitrariedad, a la visión expansionista europea, si se quiere, a la rutina y a las convenciones. Por eso me pareció interesantísimo ver hace años el mapa que tenía mi panita el Galo Pozo colgado en su cuarto, con el mapa al revés, y una leyenda que decía alguna cosa como que cómo así, el norte está arriba, que quién le ha dado el derecho. 



Me pareció interesantísimo, pero no me sorprendió, porque en el fondo sabía que había lógica en protestarle eso al mapamundi, era natural (en la oficina donde trabajo alguien llevó uno de estos mapas y lo colgó al revés, o sea, con Europa arriba, y con todas las letras dadas la vuelta. Supongo que pensó que la gracia estaba en la tipografía; y después de juzgarle largo rato y secretamente como un idiota, hay que confesar que también tiene su encanto, jugar con la tipografía. El man se fue, pero por costumbre, el mapa quedó colgado ahí, y de todos los que entran a la oficina nadie pregunta porqué las letras están al revés). No me sorprendió, de hecho, porque yo ya había leído esa viñeta de Quino donde Mafalda da vuelta al mundo:


Dar la vuelta al mundo es ante todo un acto político, y curiosa esa viñeta donde la representación de cómo Mafalda ve al mundo cambia las circunstancias, literalmente. Revolucionaria e incendiaria, como siempre, mi Mafalda (nótese el martillo, el clavo clavado con fuerza... Es una revolución violenta). Y 20 años antes de eso, Joaquín Torres García, un artista deconstructivista uruguayo (y re bacán), ya se había adelantado al otro Quino, no solo dándole la vuelta a sudamérica sino dividiendo al mundo en Montevideo y llamando a su obra "América invertida", retomando el nombre que los gringos tan descaradamente nos habían robado:


Pero lo que me parece más interesante es el mismo hecho de que sintamos la necesidad de darle la vuelta al mapa, de que la manera en que veamos al mundo afecte nuestro sentido de valores. Es un orgullo ver a latinoamérica arriba, como si eso realmente significara algo más que una simple representación visual. (Y a pesar de que sí podríamos aplaudirles, porque al fin y al cabo qué grandes ambos, ni a Quino ni a Torres García les podemos alabar de originales. En el siglo XVI un tal Desliens hizo este mapa al revés, aunque sus intenciones eran facilitar la lectura del mapa; otros podían verlo desde el otro lado de la mesa.) 
En todo caso se me hace que la historia de la cartografía es una especie de reflejo visual de las tensiones geopolíticas del mundo.

En el siglo VII Isidoro de Sevilla proponía esta representación de la tierra:
La masa de tierra sólida se dice ser redonda por la redondez del círculo, porque es como una rueda [...] Por eso, el Océano que flota a su alrededor está contenido en un límite circular, y está dividido en tres partes, una parte llamada Asia, otra Europa y la tercer África. 
El intento de esta representación se llama usualmente el mapa T en O, por Orbis Terrarum:



Curioso que la representación tipográfica (O. T.) afecte a la cartográfica, y curiosa la idea de la cruz, en el primer mapa. No hay la menor intención de representación espacial, sino una especie de totalidad circular. ¿Habrá en esa división tripartita una relación con la trinidad católica? No encontré nadie que me apoye en el world wide web. En el segundo mapa se respeta ya la idea general de los puntos cardinales, una idea que surgió quién sabe de dónde (ya dio pereza investigar más), pero que es esencialmente europea. Los árabes representaban el sur arriba, porque al ver de frente al sol, el sur estaba a su derecha, y culturalmente había una conexión positiva con el lado derecho. Hay cierta evidencia que en los tiempos bíblicos el Este estaba arriba de los mapas, y en Salmos 89:12 la Biblia dice "El norte y el sur, tu lo creaste", cuando en la verdadera traducción del hebreo debería decir "el norte y el derecho, tu lo creaste" (según alguien por ahí en el internet, ni siquiera wikipedia, que decía que era 89:13... Así que quién sabe), sugiriendo que lo izquierdo va arriba. 

En todo caso desde los tiempos griegos la representación territorial ha funcionado como un copy-paste. La cartografía fue siempre un palimpsesto, un mundo calcado de otros mapas anteriores con correcciones y adiciones, no solo como un proceso científico sino también como un conflicto político. Todo nacido a partir del descubrimiento de América. Imagínense la mente de los europeos de la época, tratando de concebir el mundo, de imaginar un territorio más allá del océano! (Leí recién un libro donde una man llamada Diana de Armas Wilson argumenta entre otras cosas que esa fascinación y esa tensión influyó culturalmente a España y a Europa de tal manera que de ahí nació el Quijote, y por lo tanto de ahí mismo nació la novela. Esa búsqueda de aventuras, la poliglosia de la que habla Bakhtin, la conciencia nacional y las características imperiales del género de la novela nacieron (según ella, claro) de las Américas! Curioso ver con esos ojos a don Quijote, explorando territorios, forzando verdades, exigiendo retribuciones. "Confiesen", dice algún rato a unos comerciantes, "que Dulcinea es la mujer más hermosa del mundo, así no la hayan visto".) 
A partir del descubrimiento americano las tensiones por la dominación territorial se convirtieron también en representaciones cartográficas. Inglaterra, el nuevo imperio mundial en el siglo XVI después de la decadencia de España era usualmente representado en el centro del mundo. Las excepción era una resistencia política,parecida a la de Mafalda. En un mapa de 1703 (mi Septiembre de mi calendario de mapas) Cornelis Danckerts II de Amsterdam publicó este mapa mundi como una proyección polar. El mundo se ve desde arriba, desde el polo norte:


 Pero lo curioso es el meridiano principal, que se encuentra inclinado. El verdadero vértice, la línea verdaderamente vertical, muestra el patriotismo del cartógrafo: atraviesa Holanda, que se encuentra casi al centro del mapa. (Nótese además la generosidad de las nalgas de Sudamérica.) El man este inclusive pone el nombre de Nueva York como "Nueva Holanda", a pesar de que casi 40 años antes los ingleses ya les habían quitado el territorio (-bloody hell, Sir Francis, I truly miss York quite dearly in this new land of ours, Let's call it New York, shall we? -Oh, Mr. Sheffield, that's such a marvelous idea! Do drink more tea.)

Ahora que el discurso del postcolonialismo está tan en boga el mapa de Peters es lo inn, que muestra la proporción correcta del territorio de los países. Y eso sí fue sorpresa para mí (aunque resulta obvio después), pensar en lo mentiroso que es el mapamundi con las proporciones: como los meridianos generalmente se presentan en curvas para representar la redondez de la tierra (y de pasito poner a Europa y al norte del planeta como la parte más importante) la proporción del territorio nunca es justa. El mapamundi de Peters propone una imagen sin intereses políticos, sino una representación justa, pertinente al tamaño de cada territorio. 


Rusia y Europa resultan increíblemente pequeños a comparación de la imagen que tenemos en la cabeza. Ojalá este sea el mapa que se empiece a usar en las escuelas pronto, al menos para ponerlo al lado del que conocemos (Y si es que se le quiere dar la vuelta, venga, que me place). 

Y podría parecer que al fin y al cabo esto no es importante. Pero lo que es cierto es que los humanos tenemos ciertas nociones semióticas de las que no podemos zafarnos: el cielo, el ave, la cabeza, los ojos, el cerebro, estamos condicionados a ver lo que está encima como "bueno", y el suelo, la serpiente, las piernas, la ingle, las excreciones, los órganos sexuales, como "malo". Por ahí leí que en un estudio unos científicos (qué ambiguo es esto de leer un "estudio", donde unos "científicos" sacan conclusiones, pero en fin) pusieron un plano de una ciudad a un grupo de gente, que escogió como lugar ideal para vivir secciones al norte. Después invirtieron el plano, se lo dieron a otro grupo de gente, y otra vez, escogieron el norte. Y eso que, ojo, no eran de Quito estos manes; al menos no se dice nada de eso en el estudio. En todo caso hay cierto grado de degradación en ser representados al sur, lo queramos o no, sea o no sea costumbre. 

Iba a hablar sobre el mapa como creación estética, pero ya qué pereza. Les dejo nomás este vínculo a este proyecto artístico que encontré: Neu York, un mapa de Manhattan del otro lado de la historia: como habría sido si hubiera sido conquistado por los alemanes después de la Segunda Guerra Mundial.

Y aquí también, otra representación cartográfica del mundo, esta quizás la mejor, precisamente por conocer personalmente a la artista , porque el mapa es solo mío y por el hecho de su utilidad práctica: cuando esté perdido y no sepa dónde estoy, solo tengo que mirar al suelo para ubicarme.

You are here


septiembre 13, 2011

Hablando de Tania Hermida...



Después de la última década, iniciando esta nueva, tomando en cuenta el éxito de Sebastián Cordero, las producciones crecientes nacionales, los debates sobre las nuevas instituciones cinematográficas, la crecida de las escuelas superiores de cine, es hora de que se arme un debate salvaje sobre el cine nacional. Es urgente. Hay que hablar urgentemente del cine nacional. No es solo la producción la que ha crecido, sino también esta especie de ilusión general de que ahora cuando se dice Cine Ecuatoriano ya hay algo de lo que hablar. La gente está yendo a las salas y la gente está hablando. Antes, hacer cine aquí era jugar a la ruleta. Ahora ya hay un mercado, un mercado joven que goza viendo retratada en las pantallas las calles donde caminan todos los días.

Hay que ser sinceros: Nos comemos la camiseta de orgullo cuando escuchamos que una película nuestra triunfa afuera. Toditos inflamos el pecho. Así medimos generalmente nuestros productos culturales (y eso es natural, porque no hemos creado crítica y porque no tenemos ninguna otra regla con que medir), pero con el cine esto es especialmente cierto. Se nos infla el pecho por nuestra constante crisis de identidad (el síntoma más común de la enfermedad ecuatoriana), pero también por el medio en que nos mostramos al mundo. Porque el cine es un arte pero también es empresa. Sacarlo afuera es mostrar un producto cultural exitoso, pero es también una realización económica, una inclusión capitalista. "Nosotros también tenemos cine", le decimos al mundo, con la lengua afuera y las manos en la cabeza. Nuestro cine es una ilusión política y económica, el deseo utópico de ser estrellas en el mercado transnacional, la noción de que podemos meter miles de dólares y agrupar a un conglomerado empresarial (porque una producción cinematográfica es una empresa) para contar una historia que es nuestra. Y el mercado ecuatoriano está poco a poco demandando este doble parámetro: una identidad aparente, fácilmente reconocible en una calle o un paisaje o en un acento, y un lenguaje entretenido, rápido, forjado en el exterior y ofrecido al exterior.

Por eso quizás no sorprende que una película relativamente desorganizada y con un guión mediocre como Qué tan lejos sea considerada por los ecuatorianos como una de las mejores películas que se han hecho en el país. Es una postal: una postal para nosotros y una postal para los otros. Una postal inter-regional, una producción que está más preocupada en la cinematografía del paisaje andino y costeño (tiene tomas increíbles) que en el desarrollo de los personajes, chatos e inacabados. Pero al fin, ¿en qué aporta el paisaje a la película? La fascinación de nosotros los ecuatorianos por nuestros paisajes dice algo sobre nuestra identidad,y parecía una buena idea cruzar la visión de una extranjera (especialmente una española) y una ecuatoriana desganada de clase media-indefinida a interpretar esas obsesiones, pero a la final la película no dice nada. Nada sobre el paro, nada sobre Jesús, nada sobre el matrimonio y las esperanzas fallidas. Apenas toca estos motivos, que son tan ecuatorianos. Es como si Tania Hermida no se hubiera decidido por el conflicto femenino, o el regionalismo, o las clases sociales, o la visión del extranjero y trató de meter todo en un mismo plato que no sabe ni a ceviche ni a mote. Pero la película cumple nuestras espectativas: es una película con una cinematografía bellísima, un buen retrato de nuestros paisajes, mostrados a través de uno de los géneros más gringos que hay, el road movie, y por lo tanto observable en el exterior.







Lo importante es dejar de juzgar a las películas por su producción: hace algunos años que debíamos haber perdonado las fallas de una película solo por estar bien producida. Eso era un milagro hace 10, 20 años. No se le puede reprochar nada (casi nada?) a Hermida por la producción de Qué tan lejos, pero eso ya no importa. Parece ataque y de cierta manera lo es, pero es más que nada una reflexión que debe ser dicha con la esperanza de que empecemos todos a crear un lenguaje cinematográfico válido, profundo, que nos muestre un espejo y no una postal. Si bien la película no alcanza, Hermida sí podría ser una buena directora. En todo caso, a pesar del ataque Qué tan lejos es un filme necesario, importante, porque toca en motivos importantes y porque a partir de la ausencia de esa profundidad se puede empezar a mejorar. Siempre y cuando empecemos a hablar, a hablar de cine ecuatoriano.

Ahora Tania Hermida sale con En el nombre de la hija, que por el corto y por el manejo de la trama parece ser un gran paso adelante en el cine ecuatoriano. Situar a una niña en la mitad de los 70s, en la mitad del socialismo y el catolicismo, en el centro de una hacienda en el centro del país, es una premicia que promete, que dará largo de qué hablar.

agosto 21, 2011

¿El sol se levanta, de Ernest Hemingway?

Edición en español
Primera edición

¿A alguien más le parece absurdo que un título tan significativo como The Sun Also Rises sea traducido al español como Fiesta? Parecería sencillo encontrar un equivalente al español: El sol también se levanta. Pero el título no parece andar bien así. La decisión de Fiesta seguramente viene de la dificultad de traducir el verbo to rise a manera de amanecer-levantar no funciona exactamente en tal contexto. Hemingway bautizó la novela que lo convirtió en la figura principal de la literatura americana con un fragmento de su segundo epígrafe, una cita de Ecleciastés:
One generation passeth awaty, and another generation cometh; but the earth abideth forever... The sun also ariseth and the sun goeth down, and hasteth to his place where he arose. The wind goeth toward the south, and turneth about unto the north; it whirleth about continually, and the wind returneth again according to his circuits... All the rivers run into the sea, yet the sea is not full: unto the place from where the rivers come, thither they return again. 
La traducción al español de la cita (tomada de la biblia de Reina Valera de 1960) dice "generación va y generación viene; mas la tierra siempre permanece. Sale el sol y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta." El primer epígrafe del libro es la famosa frase de Gertrude Stein, "You are all a lost generation," refiriéndose a todos los escritores, artistas y resto de mortales que les tocó vivir el mundo después del dolor de la Primera Guerra Mundial.  El título, entonces, se refiere a la construcción generacional, a la circularidad de la naturaleza y a la resignación frente a la insignificancia del tiempo que tenemos. Parecería que en la cita de Eclesiastes also no significa también, sino algo similar en español a de la misma manera en que. Por lo tanto, la cita dice, más o menos, que las generaciones van y vienen, de la misma manera en que el sol sale y cae: The sun also rises. Esta circularidad y esta resignación, las heridas de la guerra, el regreso a la fiesta, la vida en París, la distancia de la patria norteamericana, todos son motivos que recuerdan constantemente esta circularidad. El sol por sí mismo es un motivo recurrente en la novela, especialmente en el ambiente de las festividades, la corrida de toros contrastándose con la oscuridad y la embriaguez de las noches. ¿Fiesta? ¡Por favor!

Estoy de acuerdo en que El sol también se levanta no es un título oportuno. Pero Sale el sol o El sol sale, o mejor aún, El sol se levanta son todos títulos que funcionarían mucho mejor que la simpleza de Fiesta. Quizás Hemingway no estaría de acuerdo conmigo, con su afición por la sencillez, pero no anda por aquí como para contradecirme.

(No es el único caso de una mala traducción de un título de Hemingway. Su novela póstuma, A moveable feast, es traducida al español como París era una fiesta. El título fue sugerido a la esposa de Hemingway, quien editó el libro, por un amigo que recordaba que alguna vez el maestro le había dicho "If you are lucky enough to have lived in Paris as a young man, then wherever you go for the rest of your life, it stays with you, for Paris is a moveable feast." La cita entera fue traducida al español terminando con la frase "porque París es una fiesta que nos sigue." Y a pesar de las etimologías, el cambio de feast a fiesta no es algo que me convenza. Especialmente en el contexto de Hemingway, la importancia del exceso y la embriaguez. ¿Y por qué la decisión del verbo en pasado, París era una fiesta? No estoy de acuerdo. No funciona. Pero no hablo mucho de éste porque, lo confieso, aún no lo leo.)

Estas malas traducciones me recuerdan también a la horrible, desafortunada y ridícula traducción al español de los libros de Tolkien, donde Bilbo y Frodo Baggins son Bilbo y Frodo Bolsón. Los bolsones, cargando en sus dedos el destino de toda la Tierra Media. Qué estupidez.

Volviendo a The Sun Also Rises, y dejando atrás la traducción, sí debo decir que me tomó algún tiempo acostumbrarme a su narración. Quizás fue que leer en inglés todavía me resulta difícil, pensar dos veces en cada palabra y tratar de descubrir si hay algún artificio detrás de ciertas construcciones linguísticas. Eso a pesar de la prosa sencilla y llana de Hemingway. Pero fue difícil también porque su narrador-protagonista, Jake Barnes, es un hombre pasivo. La acción está centrada en esa pasividad, construida a partir de su impotencia, del misterio de su herida de guerra que nunca se revela, no solo porque su ocultamiento funcione como una estrategia literaria, sino también porque el silencio del protagonista es parte de una rendición, un abandono total de la esperanza, un dolor profundo y desgarrador, representativo de los hijos de la Gran Guerra, a los que Stein había bautizado como la Generación Perdida. Y esa pasividad se filtra en las primeras páginas del libro. Poco a poco fui notando que la construcción de la tensión narrativa recae precisamente ahí, en esa especie de lentitud sarcástica, ácida, pero triste y terrible en el fondo.

Mi edición, Scribner

 La impotencia del narrador no es necesariamente física, sino que se vuelca también a su principal función en la novela, la narración. Jake Barnes es un narrador debido precisamente a esa impotencia, relegado a observar las pasiones de la mujer a la que ama como una corrida de toros, desde la distancia segura del palco. La tensión de la novela se maneja precisamente en la reiteración de reflexiones sobre la condición de la masculinidad, el enfrentamiento al peligro y a la muerte, incluso la solvencia económica. Pero es Brett Ashley, la condesa, quien maneja los destinos de los hombres que la rodean. Todos se ven esclavizados y perdidos por esta mujer increíblemente equilibrada entre una antipatía ruidosa y una belleza física y espiritual. Es fácil encontrar en ella las nociones que la vuelven antipática, pero es más fácil enamorarse de ella, inclusive como lector, por lo que su antipatía se transforma en una molestia dulce y delicada, imposible de resistir.

Y como mucha de la literatura de la época fue llevada al cine, también hay una película (que no he visto) con Ava Gardner como Brett Ashley. Es una buena elección, aunque para mí Brett siempre tuvo el rostro de Hepburn.

Otra cosa. He crecido toda mi vida escuchando a gente hablarme sobre las corridas de toros, y nunca he sentido ganas de ver una. Hemingway lo logró en un par de párrafos (aunque... meh, no creo).



Que el lector adivine quién de estos es Ernesto

julio 21, 2011

Fleet Foxes y los límites


Por favor, play before reading


Después de tres meses de tener las entradas guardadas en el cajón, llegó el día en que Fleet Foxes se presentaba en un teatro íntimo (3000 personas) de St. Louis. Salimos de Normal a las 2, y regresamos doce horas después, embriagados de la experiencia. Escuchar a la banda es un acto medio pasivo. Son buenos para escuchar cuando uno quiere relajarse. Pero el concierto fue uno de los más energéticos que he visto, como si la energía viniera de otros lados, quizás de la intimidad del teatro pero también del calor de su música.

Salimos de Normal sin mucho relajo, y recién en el viaje empecé a darme cuenta de la importancia del concierto al que íbamos. Fleet Foxes fue la banda que marcó con más fuerza la transición de mi mudanza, el abandono de la patria, la distancia de todo lo que era mío, el inicio de la soledad. Y en esa época de confusión, miedo y anhelo caminé por los aeropuertos escuchando su música, con el alma encendida. Mi tristeza no era solo el hecho de partir, sino la tristeza latinoamericana, esa especie de dolor que tenemos por vernos forzados a pensar que partir, que el abandono es el camino correcto. Y nos sentimos abandonados en nuestra propia patria. El miedo a esa soledad es terrible, porque no es una posición social, sino un resentimiento espiritual, casi metafísico. A los latinoamericanos nos duele el alma.

Alguien decía que el viaje siempre es interno, individual. Y así nos toca vivir, con los ojos abiertos de resignación frente a lo desconocido. La música de Fleet Foxes ve desde los ojos de la soledad individual del humano hacia el paisaje, hacia el cielo, abandonándose en el desconocimiento, resignándose con cierta tristeza al desconocimiento, pero aceptando que en el funcionamiento de esos paisajes está el código que nunca descifraremos. Y por eso su música parecería atravesar los límites de lo que es nostálgico o triste y lo que es esperanzador y alcanzable.

No todos pueden disfrutar de su música, es cierto. Pero lo que me parece innegable es que su mayor mérito viene de su honestidad. No hay posiciones ni intereses detrás. La fuerza en que las cuerdas vibran, la prolongación de una nota dilatada y las palabras en armonías exactas tienen la misma esencia. Las profundidades de la letra y de la melodía son las mismas. Hay un sentimiento real, un alma que se vuelca entre los sonidos. Y cuando el escenario vibraba con esa honestidad al otro lado la mía también temblaba, con una emoción inmensa. Como si mi cuerpo fuera un instrumento de cuerdas: venas y nervios que vibraban, resonando adentro, aceptando en un acorde el viaje, el abandono y las madrugadas que vendrán, pero también la comunión y el miedo a la muerte.



























Repertorio, con link a mis favoritas:

The Cascades    
Drops in the River *          
Battery Kinzie
Bedouin Dress  
Sim Sala Bim
White Winter Hymnal   
Ragged Wood
Lorelai
Montezuma
Blue Spotted Tail
_____
Oliver James
Helplessness Blues

*Por favor, véalo.

julio 05, 2011

Pirotecnia baby!

Curiosa la afición a la pirotecnia de los norteamericanos. El ruido y las explosiones son parte de su aniversario, y todos gritan con orgullo, sonríen y bailan. "Only patriotic music today", decían en las radios, y una pareja a nuestro lado gritaba "Yeah! America! Woo!" Hubo un silencio total cuando, después de un comienzo débil, los juegos pirotécnicos se detuvieron. Me pregunto qué hubiera pasado si es que no hubieran podido encenderlos de nuevo. La indignación, el caos. Pero lo más curioso de todo es que esta pirotecnia es en realidad un excelente símbolo del país, no solo por la tecnología, la preparación, las luces, los colores, el espectáculo trivial, sino también porque se recuerda con explosiones de colores la historia sangrienta de un país que nació y ha crecido a través de la guerra. Las luces son un recuerdo de las bombas, la violencia, la fortaleza, el estruendo. Desde la independencia a Iraq: fuegos de colores. Y ese es el discurso que se repetía en la radio, o en las letras de las canciones de la banda de covers. El tributo a la gente que murió por la libertad del país, el honor a los soldados, la presencia constante de toda esa sangre, esas batallas lejanas, esas explosiones.

Pero estuvo divertido.











junio 20, 2011

Incalculable

De los atardeceres

Quito no es una ciudad de atardeceres. Por allá el sol es un reloj predecible que se esconde siempre en el Pichincha y punto. Acá me hace falta (me desespera) la falta de montañas, el campo abierto como un lienzo vacío, los calores desesperantes del verano, pero el cielo está más lejos que en Quito. Allá, cuando levantas la cabeza, las nubes están tan cerca que dan ganas de saltar y tomarlas como los globos de helio que se quedan en el techo de las casas de los cumpleañeros. Las montañas cierran el horizonte como si se viera al cielo desde una tumba (y eso tiene su propia belleza). Acá el cielo se abre y se extiende, se arquea y se vira y regresa. Nos gusta escaparnos de la casa en los atardeceres, cuando el calor baja, y hemos visto las nubes moviéndose con la velocidad de los vientos del verano, y los atardeceres frescos como naranjas.



Se nos ocurrió entonces hacer una secuencia del atardecer. Esta animación hice con las fotos de ese día, y hay un lapso de un minuto entre cada una de ellas. Hay 8, por lo que todo este cambio pasó en 8 minutos. Es una pena que se nos haya ocurrido tarde, el espectáculo duró en realidad unos 15. Sé que no hay nada más estereotípico que fascinarse por una puesta de sol, pero qué le vamos a hacer. Hay que dejarse fascinar por todo. 




junio 19, 2011

Dichosos los ciegos

En una visita a una de las tantas tiendas de "antiguedades" (en realidad, cosas usadas que otros botaron a la basura) que hay por acá, me he topado con algunas joyas que he ido poco a poco coleccionando. Pero esta es una de las mejores: la tercera parte (de tres) de la edición de octubre de 2009 de Playboy, volumen 56, número 9, editada por The Library of Congress, en Braille. Con excepción de la portada y de la contraportada, no hay nada impreso en el libro, que es significativamente más ancho que una revista, con páginas cubiertas de puntos. La revista es distribuida de manera gratuita, con la única condición de estar ciego. Y aunque no me gusta Playboy, hay algo de poético (algo sucio, también) en el hecho de poder leer una revista como esta con los ojos cerrados, con los dedos.