septiembre 22, 2012

En Singapur

Regresé ayer de Singapur, con mi visa nueva. Tuve que huir de Indonesia después de que mi visa de turista expiró. Conocí a Peter, un hombre de mar, y a sus historias, los seis meses cuando atravesó solo el océano pacífico, durmiendo dos horas para mantener las velas de su bote en orden, o su historia de su cliente que, frente a la inmensidad del océano atlántico, perdió la cabeza y justo en los vientos de la caída de una ola saltó por la borda y desapareció. Nunca lo encontraron. "Hasta ahora sueño con él", me dijo. Peter. El capitán, como le llamaba el recepcionista del hotel. Me reservo los detalles de sus viajes, para compartirlos con otros en la familiaridad de una cerveza fría. Él tendrá más viajes y otros hombres a quien contar sus historias, pero yo no podré sacar de mi mente su inglés quebrado en el calor de la tarde, a orillas de las cúpulas doradas de la mesquita Grand en Kampung Glam.

Mesjid Besar (The Grand Mosque), vista desde la calle peatonal de mi hostal, en las mesas exteriores donde Peter y yo charlamos hasta la madrugada.

¿Qué más recordaré de Singapur? Quizás los rostros alegres y minúsculos de las prostitutas que abrieron con teatricalidad impecable las puertas del prostíbulo en las calles de la zona roja mientras pasaba por ahí, los "divers" y "surfers" que compartieron su último cigarrillo con Iker, el joven que me siguió a todo lado, la posibilidad de atravesar el circuito de la Formula 1 de Singapur, dos días antes de su inicio,



La ciudad encendida en la noche,


 y las luces de la celebración china de medio otoño, seis meses después de año nuevo.



Ciudad de juguete. ¿Dónde están sus esclavos? ¿Qué significa para una sociedad la ausencia de agricultores? Bajo las luces encendidas de su metro me preguntaba esto. ¿Dónde está su clase obrera? Están fuera de sus fronteras, detrás de sus controles rigurosos de seguridad, garantizando que no haya una súbita invasión urbana por los campesinos que cosechan sus alimentos. Ciudad-país de tránsito. Pero me preguntaba sobre todo ¿Qué es la patria sin la competencia regional? De qué se alegra el espíritu patriótico de uno si es que nada nuevo se descubre? Todos están allí en tránsito. Los que no, son hijos de otros en tránsito. En sus calles toda Asia bulle y se revuelve.




septiembre 16, 2012

LECTURAS: Respiración artificial, de Ricardo Piglia

(Descarga Respiración artificial aquí, en formato epub, mobi y pdf)

La novela de Piglia es intrínsicamente argentina. Detrás de las páginas late un mensaje que solo un argentino podría decodificar. Y la decodificación es quizá el tema principal de la novela. Pero detrás de esa constitución local está también el sentido absurdo de la construcción de la patria. Sobre todo Respiración artificial es una novela sobre el tiempo, y sobre la proyección, es decir, es una novela sobre la narración. El poder del escritor frente a su historia es siempre autoritario. Escribir es un acto bélico.

No hay mucho que decir. Dejo mejor citas de su libro, organizadas en dos temas.

Sobre la literatura:

Ricardo Piglia. Foto: Alejandra López.
www.elortiba.org
Ahora me doy cuenta que, no bien los hijos de mamá se van de casa, la realidad se les convierte instantáneamente en una especie de representación figurada de lo que fue por ejempo para Hermann Melville dedicarse a cazar ballenas en el mar blanco. Los bares son nuestros barcos balleneros, lo que no deja de ser a la vez cómico y patético.
¿De qué sirve, joven, contar, si no es para borrar de la memoria todo lo que no sea el origen y el fin? Nada entre el origen y el fin, nada, una planicie, árida, la salina, entre él y yo, nada, la vastedad más inhóspita, entre el suicida y el sobreviviente.
Escribir una carta es enviar un mensaje al futuro; hablar desde el presente con un destinatario que no está ahí, del que no se sabe cómo ha de estar (en qué ánimo, con quién) mientras le escribimos y, sobre todo, después: al leernos. La correspondencia es la forma utópica de la conversación porque anula el presente y hace del futuro el único lugar posible del diálogo.
Hay pocas ideas en las Universidades (hay pocas ideas en todos lados, Wittgenstein tuvo deos en toda su vida) pero todos creen que eso que piensan es una idea. Ideas pocas, hipótesis originales escasísimas, oro fino; el robo es el fantasma que recorre las universiones europeas (y no solo europeas).
Contar es entonces para mí un modo de borrar de los afluentes de mi memoria aquello que quiero mantener alejado para siempre de mi cuerpo.





Sobre el poder y la utopía:

No es cierto, entonces, que el dinero corrompa; son la corrupción y la muerte las que han producido al dinero y lo han erigido en el Rey de los hombres. Su carácter arbitrario, ficticio, el hecho de ser el signo abstracto que asegura la posesión de cualquier objeto que uno pueda desear, esa lógica universal de los equivalentes que en el dinero se encarna, es lo que ha obligado a la razón a adaptarse a un esfuerzo de abstracción que está en el origen mismo de la capacidad de razonar, en el origen mismo del logos.
El destierro, el éxodo, un espacio suspendido en el tiempo, entre dos tiempos. Tenemos los recuerdos que nos han quedado del país y después imaginamos cómo será (cómo va a ser) el país cuando volvamos a él. Ese tiempo muerto, entre el pasado y el futuro, es la utopía para mí. Entonces: el exilio es la utopía.
Esa marcha afiebrada de los aventureros que avanzaban ávidamente hacia el oeste, ¿qué era sin no una búsqueda de la utopía por excelencia: el oro?
Sólo en la mente de los traidores y de los viles, de los hombres como yo, pueden surgir los bellos sueños que llamamos utopías.




septiembre 02, 2012

LECTURAS: Bartleby y compañía, de Enrique Vila-Matas: El error de la literatura

Descarga Bartleby y compañía aquí (formato epub, mobi y pdf)

Si bien el estilo de Enrique Vila-Matas tiene toques geniales, la pretensión de Bartleby y compañía esconde entre sus páginas el problema fundamental de la comunidad literaria



Bartleby y compañía - Editorial Anagrama
La edición de Anagrama
¿Qué es este libro? Es difícil decir cuando las editoriales no ponen el subtítulo del género al lado del título, como hacen absurdamente casi todas las editoriales gringas. The Crying of Lot 49: a novel, dice la portada de un libro de Pynchon. La portada de Bartleby y compañía, de Vila-Matas, publicada por Anagrama, no dice nada. Toca abrir las páginas para descubrir qué mismo es. ¿Es una novela? ¿Es un ensayo literario? Ya sé, ¿Es uno de esos textos postmodernos que está más allá de las convenciones del género? Es de hecho un texto ficticio, con una voz narrativa que toma cierta presencia física y que propone cierta simpatía. En general la estructura formal del texto supone ser la colección de notas al pie de un texto inexistente; un apéndice al texto del silencio. La idea es tan poética que es casi absurda. Mi reticencia a este texto, debo confesarlo, viene desde el descubrimiento de Pierre Bordieu, y desde una visión más fría y calculada de la literatura. Quizás mi desprecio por el autor sea inmerecido. Quizás Vila-Matas es un gran escritor (no dudo de sus capacidad estilística), pero qué buena excusa presenta este texto para decir tantas cosas que quiero decir a la comunidad literaria, la comunidad de la que formo parte, de cierta manera, y a la cual he defendido casi toda mi vida. Este ataque es violento porque es un ataque hacia mis propias convicciones, y la violencia personal debe ser la más destructiva. (Qué poética, esta última frase, quizás sea cierta.)

Oscar Wilde es quizás la figura que representa mejor este libro: el punto más álgido de la élite, la cima más respingada de la literatura. Como si las letras fueran la moneda que separa al culto burgués del pueblo ignorante. Detrás de la genialidad de Wilde siempre estuvo su casi imperdonable pedantería, una característica terriblemente burguesa. Claro, los literatos no solo le perdonan esa actitud, sino que la alaban ,la adoran, la quieren para sí mismos (¿Y quién puede negar la genialidad del dandy más pulcro de las letras?). Todos los que han escogido la literatura (y la escogen no como profesión, sino como acto de fe, como religión) actúan como si estuvieran buscando la verdad detrás de la palabra, pero lo que se busca es el guante blanco, el pedestal, el banquito donde subirse para ver correctamente a las masas, tapándose las narices. 

Esto queda claro en la actitud del narrador:

Me gustaría haber creado en el lector la cálida sensación de que acceder a estas páginas es como hacerse socio de un club al estilo del club de los negocios raros de Chesterton, donde entre otros servicios el Bartleby Reunidos --tal sería el nombre de ese club o negocio raro-- pondría a disposición de los señores socios algunos de los mejores relatos relacionados con el tema de la renuncia a la escritura.

Edición en inglés
Es como si para pertenecer a tal club es necesario recitar la contraseña que Chesterton ha planteado en su El club de los negocios raros, y solo así entrar a su restaurante exclusivo. El artificio más efectivo de la literatura no es la metáfora, sino el elitismo intelectual. La novela de Vila Matas no es solo una oda a ese elitismo, sino que tiene la doble función de servir como un pequeño manual para literatos. Para escalar posiciones los burgueses usan dinero. El sueño burgués es el descubrimiento del petróleo en su patio trasero. Los literatos, eliminando el dinero en favor de la originalidad,  usan como moneda el name-dropping, y su sueño es el descubrimiento del poeta escondido, internado al manicomio, asesinado por travestis celosos, embriagado de soledad, lanzando frases geniales al ruido de algún mercado lejano. Encontrar a tal poeta determina el protagonismo en el ritual religioso del literato, celebrado cada fin de semana entre sus altares cubiertos de alcohol. Pues bien, ahí está la novelita de Vila-Matas, una detallada recopilación sobre escritores, algunos innegablemente gigantes, otros casi desconocidos (pero con credenciales impecables, aprobadas por las más importantes creadores de la burguesía intelectual), y una serie de interesantísimas anécdotas sobre ellos. A momentos la palabra “interesante” no es aquí sarcástica. Pero nunca se justifica la ficción detrás de las anécdotas. Nunca llega la voz narrativa a tomar una forma que ejerza validez en esas anécdotas. Se acerca, en un momento, en el encuentro ficticio con Salinger en un metro de Nueva York, el momento más llamativo de esta novela. Novela?

Enrique Vila-Matas
¿Pero porqué se equivoca Vila-Matas? Bartleby es un copista, un empleado privado, que no comprende las ambiciones de su patrón. Frente a sus limitaciones, Bartleby escoge la copia frente a la originalidad. Vila-Matas parece ignorar esto, y compara a Bartleby con los más excéntricos escritores. En realidad, ¿quién más Bartleby que el escritor de romances, o el guionista de una telenovela? Son ellos los que preferirían no hacerlo. La propuesta de Vila Matas sugiere cierta gloria en esa renuncia, olvidando que lo patético en Bartleby es lo que más determina su personalidad. Bartleby es el hombre humilde, incomprendido por el burgués que no encuentra en sus ideales la posibilidad de la resignación del trabajo monótono de las clases que no pueden darse el lujo de leer a Kafka. Vila-Matas lo ha entendido todo al revés. 



(¿Más libros gratis? sugerencias y peticiones en twitter: @metouma)