junio 20, 2011

Incalculable

De los atardeceres

Quito no es una ciudad de atardeceres. Por allá el sol es un reloj predecible que se esconde siempre en el Pichincha y punto. Acá me hace falta (me desespera) la falta de montañas, el campo abierto como un lienzo vacío, los calores desesperantes del verano, pero el cielo está más lejos que en Quito. Allá, cuando levantas la cabeza, las nubes están tan cerca que dan ganas de saltar y tomarlas como los globos de helio que se quedan en el techo de las casas de los cumpleañeros. Las montañas cierran el horizonte como si se viera al cielo desde una tumba (y eso tiene su propia belleza). Acá el cielo se abre y se extiende, se arquea y se vira y regresa. Nos gusta escaparnos de la casa en los atardeceres, cuando el calor baja, y hemos visto las nubes moviéndose con la velocidad de los vientos del verano, y los atardeceres frescos como naranjas.



Se nos ocurrió entonces hacer una secuencia del atardecer. Esta animación hice con las fotos de ese día, y hay un lapso de un minuto entre cada una de ellas. Hay 8, por lo que todo este cambio pasó en 8 minutos. Es una pena que se nos haya ocurrido tarde, el espectáculo duró en realidad unos 15. Sé que no hay nada más estereotípico que fascinarse por una puesta de sol, pero qué le vamos a hacer. Hay que dejarse fascinar por todo. 




junio 19, 2011

Dichosos los ciegos

En una visita a una de las tantas tiendas de "antiguedades" (en realidad, cosas usadas que otros botaron a la basura) que hay por acá, me he topado con algunas joyas que he ido poco a poco coleccionando. Pero esta es una de las mejores: la tercera parte (de tres) de la edición de octubre de 2009 de Playboy, volumen 56, número 9, editada por The Library of Congress, en Braille. Con excepción de la portada y de la contraportada, no hay nada impreso en el libro, que es significativamente más ancho que una revista, con páginas cubiertas de puntos. La revista es distribuida de manera gratuita, con la única condición de estar ciego. Y aunque no me gusta Playboy, hay algo de poético (algo sucio, también) en el hecho de poder leer una revista como esta con los ojos cerrados, con los dedos.