septiembre 21, 2011

Instrucciones para girar al planeta

Pensar en el mundo es pensar siempre en esto:


Este es el mapa que desde guambras nos colgaron en la pared de todas las clases. El mapa físico o el mapa político. De vez en cuando las líneas de los cuatro viajes de Colón o la ruta de la seda, o la conquista romana del mediterráneo o el verde intenso en los países con mayor agua fresca (Ecuador sale brillando en esos!). Es el mapa que vemos en la revista de los aviones, cuando soñamos en otros destinos, o el que aparece  cuando le sacamos la puta al zoom out de Google maps (aunque los de google muestran dos Áfricas, dos Europas y dos Asias, una a cada lado de la sagrada América, que brilla en el centro). Así vemos al mundo, a pesar de comprender con tranquilidad que la idea de norte y sur corresponde casi a una arbitrariedad, a la visión expansionista europea, si se quiere, a la rutina y a las convenciones. Por eso me pareció interesantísimo ver hace años el mapa que tenía mi panita el Galo Pozo colgado en su cuarto, con el mapa al revés, y una leyenda que decía alguna cosa como que cómo así, el norte está arriba, que quién le ha dado el derecho. 



Me pareció interesantísimo, pero no me sorprendió, porque en el fondo sabía que había lógica en protestarle eso al mapamundi, era natural (en la oficina donde trabajo alguien llevó uno de estos mapas y lo colgó al revés, o sea, con Europa arriba, y con todas las letras dadas la vuelta. Supongo que pensó que la gracia estaba en la tipografía; y después de juzgarle largo rato y secretamente como un idiota, hay que confesar que también tiene su encanto, jugar con la tipografía. El man se fue, pero por costumbre, el mapa quedó colgado ahí, y de todos los que entran a la oficina nadie pregunta porqué las letras están al revés). No me sorprendió, de hecho, porque yo ya había leído esa viñeta de Quino donde Mafalda da vuelta al mundo:


Dar la vuelta al mundo es ante todo un acto político, y curiosa esa viñeta donde la representación de cómo Mafalda ve al mundo cambia las circunstancias, literalmente. Revolucionaria e incendiaria, como siempre, mi Mafalda (nótese el martillo, el clavo clavado con fuerza... Es una revolución violenta). Y 20 años antes de eso, Joaquín Torres García, un artista deconstructivista uruguayo (y re bacán), ya se había adelantado al otro Quino, no solo dándole la vuelta a sudamérica sino dividiendo al mundo en Montevideo y llamando a su obra "América invertida", retomando el nombre que los gringos tan descaradamente nos habían robado:


Pero lo que me parece más interesante es el mismo hecho de que sintamos la necesidad de darle la vuelta al mapa, de que la manera en que veamos al mundo afecte nuestro sentido de valores. Es un orgullo ver a latinoamérica arriba, como si eso realmente significara algo más que una simple representación visual. (Y a pesar de que sí podríamos aplaudirles, porque al fin y al cabo qué grandes ambos, ni a Quino ni a Torres García les podemos alabar de originales. En el siglo XVI un tal Desliens hizo este mapa al revés, aunque sus intenciones eran facilitar la lectura del mapa; otros podían verlo desde el otro lado de la mesa.) 
En todo caso se me hace que la historia de la cartografía es una especie de reflejo visual de las tensiones geopolíticas del mundo.

En el siglo VII Isidoro de Sevilla proponía esta representación de la tierra:
La masa de tierra sólida se dice ser redonda por la redondez del círculo, porque es como una rueda [...] Por eso, el Océano que flota a su alrededor está contenido en un límite circular, y está dividido en tres partes, una parte llamada Asia, otra Europa y la tercer África. 
El intento de esta representación se llama usualmente el mapa T en O, por Orbis Terrarum:



Curioso que la representación tipográfica (O. T.) afecte a la cartográfica, y curiosa la idea de la cruz, en el primer mapa. No hay la menor intención de representación espacial, sino una especie de totalidad circular. ¿Habrá en esa división tripartita una relación con la trinidad católica? No encontré nadie que me apoye en el world wide web. En el segundo mapa se respeta ya la idea general de los puntos cardinales, una idea que surgió quién sabe de dónde (ya dio pereza investigar más), pero que es esencialmente europea. Los árabes representaban el sur arriba, porque al ver de frente al sol, el sur estaba a su derecha, y culturalmente había una conexión positiva con el lado derecho. Hay cierta evidencia que en los tiempos bíblicos el Este estaba arriba de los mapas, y en Salmos 89:12 la Biblia dice "El norte y el sur, tu lo creaste", cuando en la verdadera traducción del hebreo debería decir "el norte y el derecho, tu lo creaste" (según alguien por ahí en el internet, ni siquiera wikipedia, que decía que era 89:13... Así que quién sabe), sugiriendo que lo izquierdo va arriba. 

En todo caso desde los tiempos griegos la representación territorial ha funcionado como un copy-paste. La cartografía fue siempre un palimpsesto, un mundo calcado de otros mapas anteriores con correcciones y adiciones, no solo como un proceso científico sino también como un conflicto político. Todo nacido a partir del descubrimiento de América. Imagínense la mente de los europeos de la época, tratando de concebir el mundo, de imaginar un territorio más allá del océano! (Leí recién un libro donde una man llamada Diana de Armas Wilson argumenta entre otras cosas que esa fascinación y esa tensión influyó culturalmente a España y a Europa de tal manera que de ahí nació el Quijote, y por lo tanto de ahí mismo nació la novela. Esa búsqueda de aventuras, la poliglosia de la que habla Bakhtin, la conciencia nacional y las características imperiales del género de la novela nacieron (según ella, claro) de las Américas! Curioso ver con esos ojos a don Quijote, explorando territorios, forzando verdades, exigiendo retribuciones. "Confiesen", dice algún rato a unos comerciantes, "que Dulcinea es la mujer más hermosa del mundo, así no la hayan visto".) 
A partir del descubrimiento americano las tensiones por la dominación territorial se convirtieron también en representaciones cartográficas. Inglaterra, el nuevo imperio mundial en el siglo XVI después de la decadencia de España era usualmente representado en el centro del mundo. Las excepción era una resistencia política,parecida a la de Mafalda. En un mapa de 1703 (mi Septiembre de mi calendario de mapas) Cornelis Danckerts II de Amsterdam publicó este mapa mundi como una proyección polar. El mundo se ve desde arriba, desde el polo norte:


 Pero lo curioso es el meridiano principal, que se encuentra inclinado. El verdadero vértice, la línea verdaderamente vertical, muestra el patriotismo del cartógrafo: atraviesa Holanda, que se encuentra casi al centro del mapa. (Nótese además la generosidad de las nalgas de Sudamérica.) El man este inclusive pone el nombre de Nueva York como "Nueva Holanda", a pesar de que casi 40 años antes los ingleses ya les habían quitado el territorio (-bloody hell, Sir Francis, I truly miss York quite dearly in this new land of ours, Let's call it New York, shall we? -Oh, Mr. Sheffield, that's such a marvelous idea! Do drink more tea.)

Ahora que el discurso del postcolonialismo está tan en boga el mapa de Peters es lo inn, que muestra la proporción correcta del territorio de los países. Y eso sí fue sorpresa para mí (aunque resulta obvio después), pensar en lo mentiroso que es el mapamundi con las proporciones: como los meridianos generalmente se presentan en curvas para representar la redondez de la tierra (y de pasito poner a Europa y al norte del planeta como la parte más importante) la proporción del territorio nunca es justa. El mapamundi de Peters propone una imagen sin intereses políticos, sino una representación justa, pertinente al tamaño de cada territorio. 


Rusia y Europa resultan increíblemente pequeños a comparación de la imagen que tenemos en la cabeza. Ojalá este sea el mapa que se empiece a usar en las escuelas pronto, al menos para ponerlo al lado del que conocemos (Y si es que se le quiere dar la vuelta, venga, que me place). 

Y podría parecer que al fin y al cabo esto no es importante. Pero lo que es cierto es que los humanos tenemos ciertas nociones semióticas de las que no podemos zafarnos: el cielo, el ave, la cabeza, los ojos, el cerebro, estamos condicionados a ver lo que está encima como "bueno", y el suelo, la serpiente, las piernas, la ingle, las excreciones, los órganos sexuales, como "malo". Por ahí leí que en un estudio unos científicos (qué ambiguo es esto de leer un "estudio", donde unos "científicos" sacan conclusiones, pero en fin) pusieron un plano de una ciudad a un grupo de gente, que escogió como lugar ideal para vivir secciones al norte. Después invirtieron el plano, se lo dieron a otro grupo de gente, y otra vez, escogieron el norte. Y eso que, ojo, no eran de Quito estos manes; al menos no se dice nada de eso en el estudio. En todo caso hay cierto grado de degradación en ser representados al sur, lo queramos o no, sea o no sea costumbre. 

Iba a hablar sobre el mapa como creación estética, pero ya qué pereza. Les dejo nomás este vínculo a este proyecto artístico que encontré: Neu York, un mapa de Manhattan del otro lado de la historia: como habría sido si hubiera sido conquistado por los alemanes después de la Segunda Guerra Mundial.

Y aquí también, otra representación cartográfica del mundo, esta quizás la mejor, precisamente por conocer personalmente a la artista , porque el mapa es solo mío y por el hecho de su utilidad práctica: cuando esté perdido y no sepa dónde estoy, solo tengo que mirar al suelo para ubicarme.

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septiembre 13, 2011

Hablando de Tania Hermida...



Después de la última década, iniciando esta nueva, tomando en cuenta el éxito de Sebastián Cordero, las producciones crecientes nacionales, los debates sobre las nuevas instituciones cinematográficas, la crecida de las escuelas superiores de cine, es hora de que se arme un debate salvaje sobre el cine nacional. Es urgente. Hay que hablar urgentemente del cine nacional. No es solo la producción la que ha crecido, sino también esta especie de ilusión general de que ahora cuando se dice Cine Ecuatoriano ya hay algo de lo que hablar. La gente está yendo a las salas y la gente está hablando. Antes, hacer cine aquí era jugar a la ruleta. Ahora ya hay un mercado, un mercado joven que goza viendo retratada en las pantallas las calles donde caminan todos los días.

Hay que ser sinceros: Nos comemos la camiseta de orgullo cuando escuchamos que una película nuestra triunfa afuera. Toditos inflamos el pecho. Así medimos generalmente nuestros productos culturales (y eso es natural, porque no hemos creado crítica y porque no tenemos ninguna otra regla con que medir), pero con el cine esto es especialmente cierto. Se nos infla el pecho por nuestra constante crisis de identidad (el síntoma más común de la enfermedad ecuatoriana), pero también por el medio en que nos mostramos al mundo. Porque el cine es un arte pero también es empresa. Sacarlo afuera es mostrar un producto cultural exitoso, pero es también una realización económica, una inclusión capitalista. "Nosotros también tenemos cine", le decimos al mundo, con la lengua afuera y las manos en la cabeza. Nuestro cine es una ilusión política y económica, el deseo utópico de ser estrellas en el mercado transnacional, la noción de que podemos meter miles de dólares y agrupar a un conglomerado empresarial (porque una producción cinematográfica es una empresa) para contar una historia que es nuestra. Y el mercado ecuatoriano está poco a poco demandando este doble parámetro: una identidad aparente, fácilmente reconocible en una calle o un paisaje o en un acento, y un lenguaje entretenido, rápido, forjado en el exterior y ofrecido al exterior.

Por eso quizás no sorprende que una película relativamente desorganizada y con un guión mediocre como Qué tan lejos sea considerada por los ecuatorianos como una de las mejores películas que se han hecho en el país. Es una postal: una postal para nosotros y una postal para los otros. Una postal inter-regional, una producción que está más preocupada en la cinematografía del paisaje andino y costeño (tiene tomas increíbles) que en el desarrollo de los personajes, chatos e inacabados. Pero al fin, ¿en qué aporta el paisaje a la película? La fascinación de nosotros los ecuatorianos por nuestros paisajes dice algo sobre nuestra identidad,y parecía una buena idea cruzar la visión de una extranjera (especialmente una española) y una ecuatoriana desganada de clase media-indefinida a interpretar esas obsesiones, pero a la final la película no dice nada. Nada sobre el paro, nada sobre Jesús, nada sobre el matrimonio y las esperanzas fallidas. Apenas toca estos motivos, que son tan ecuatorianos. Es como si Tania Hermida no se hubiera decidido por el conflicto femenino, o el regionalismo, o las clases sociales, o la visión del extranjero y trató de meter todo en un mismo plato que no sabe ni a ceviche ni a mote. Pero la película cumple nuestras espectativas: es una película con una cinematografía bellísima, un buen retrato de nuestros paisajes, mostrados a través de uno de los géneros más gringos que hay, el road movie, y por lo tanto observable en el exterior.







Lo importante es dejar de juzgar a las películas por su producción: hace algunos años que debíamos haber perdonado las fallas de una película solo por estar bien producida. Eso era un milagro hace 10, 20 años. No se le puede reprochar nada (casi nada?) a Hermida por la producción de Qué tan lejos, pero eso ya no importa. Parece ataque y de cierta manera lo es, pero es más que nada una reflexión que debe ser dicha con la esperanza de que empecemos todos a crear un lenguaje cinematográfico válido, profundo, que nos muestre un espejo y no una postal. Si bien la película no alcanza, Hermida sí podría ser una buena directora. En todo caso, a pesar del ataque Qué tan lejos es un filme necesario, importante, porque toca en motivos importantes y porque a partir de la ausencia de esa profundidad se puede empezar a mejorar. Siempre y cuando empecemos a hablar, a hablar de cine ecuatoriano.

Ahora Tania Hermida sale con En el nombre de la hija, que por el corto y por el manejo de la trama parece ser un gran paso adelante en el cine ecuatoriano. Situar a una niña en la mitad de los 70s, en la mitad del socialismo y el catolicismo, en el centro de una hacienda en el centro del país, es una premicia que promete, que dará largo de qué hablar.